¿Cómo comenzó tu carrera?
Tengo la suerte de haber elegido esta profesión. Inicialmente fue por necesidad: saliendo bachiller, a mis 18 años, nos fuimos con unos amigos a Buenos Aires. Ellos buscaron actividades en otros lados, yo encontré trabajo de asistente en una peluquería, donde aprendí a lavar el piso. Aquí nunca habría pensado en ponerme un guardapolvo de peluquero, pero allí el estatus es diferente, uno determina su estabilidad económica y social.
Entonces, ¿querías ser desde el principio peluquero?
Saliendo bachiller uno quiere ser técnicamente preparado en alguna cosa. Yo quise ser militar de niño, luego quise ser arquitecto y aquí, de regreso en Bolivia, estudié Auditoría, pero no terminé. Gracias a Dios elegí esta profesión. Si no era por los pasos que comencé en Buenos Aires, después de 20 años de trayectoria, gracias al peine y la tijera, es que conozco el mundo. Trabajé en Europa, en los Estados Unidos, en todos los países de Latinoamérica, en Hong Kong y Japón. Tuve enamoradas en Italia, me quedaba meses en Europa. Siendo empleado o con la profesión de auditor, con todo respeto, no sé si hubiese podido conocer todo eso.
También están las satisfacciones económicas...
Mis hijos están social y económicamente bien acomodados con la peluquería; toda la familia en realidad, mi hermano, mi hijo, todos con locales propios. Cada peluquería cuenta con inversiones de los 250.000 dólares. El local que tenemos, por ejemplo, la casa sólo cuesta 150 mil. Con esto hemos aprendido a llevar la peluquería como empresa.
¿Qué ventajas crees que tiene el ser estilista?
La ventaja de esta profesión es que siempre vas a aprender, nunca terminas. Si eres malo hoy, tienes la posibilidad de ser bueno mañana; pero si eres bueno hoy, tienes la posibilidad de ser malo mañana si no te actualizas.
Tienes una clientela selecta...
No puedes apuntar a todos, sólo puedes llegar a un segmento de gente. No es por discriminación, pero yo apunto a un tipo de gente determinado. Me especializo para un segmento del país por los precios, por la calidad de los productos.
¿Eso hizo también que te expandieras a Santa Cruz?
Estoy hace dos años con un local propio en Equipetrol y vamos a abrir otro más. Va a ser una inversión de medio millón de dólares, apuntamos a tener el segmento y el estatus de las peluquerías en otras capitales del mundo. En Bolivia todavía estamos aprendiendo en todos los servicios. La gente tiene dinero, pero no calidad de vida. Aún piensan que la peluquería es cortar cuando el cabello crece, cuando es parte de uno mismo, de un estatus social, de tu instrucción estética. En Beverly Hills un corte de cabello cuesta 2.000 dólares, acá cobro 30 dólares y es lo más caro del país.
¿Cómo defines tu trabajo?
Es bien psicológico. Si uno se equivoca con una polera, no te la pones más, pero si te cortan mal el cabello... Es mucha responsabilidad.
¿Te enfrentaste a los estereotipos?
Acá en el país, en un principio, decían si era maricón. Salía yo con chicas cuyos padres no me querían porque creían que yo era homosexual. Todavía hay este estigma, que el homosexual es peluquero o cocinero. Alguna vez me preguntaron en televisión si yo era homosexual, y el que me preguntaba sí lo era. Yo respeto todo.
Perfil Milton Félix Quiñovel Paz es un estilista nacido en La Paz que se formó en Argentina, con más de 25 años de experiencia. Cuida mucho su alimentación y cada día acude al gimnasio.
Familia
Es papá soltero de cuatro hijos: Fernando (arquitecto y estilista), Claudia, Cintia y Milton. Los ha criado a todos en su casa. “Sus mamás están felizmente casadas”, soríe.
Producción
Él elabora sus propios champús y productos de belleza para comercializarlos en EEUU.
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