domingo, 11 de septiembre de 2011

Lunares, unos adornan y otros amenazan

Una consulta anual al dermatólogo puede solucionar la aparición de melanomas o cáncer de piel a partir de los lunares. el sol es uno de los desencadenantes. La mayoría se cura con un sencillo procedimiento. Los especialistas insisten en la protección



Texto: Javier Méndez Vedia Fotos: Agapito Paco

Los dermatólogos les dicen nevos, pero para la gran mayoría, que ignoramos el origen latino de esa palabra, son lunares. Se trata de acumulaciones de melanocitos o células pigmentadas de la piel. En algún momento, el cine de oro mexicano y los cánones de belleza del siglo pasado los consideraban graciosos, propio de mujeres un tanto fatales. Son famosos el que tenía Marilyn Monroe en la mejilla, el de Cindy Crawford -que roza pícaramente su comisura izquierda- y el de Eva Mendes, situado estratégicamente.
Sin embargo, cualquiera de estos lunares, que son como la frutilla sobre la torta de la belleza, puede transformarse en un peligro. Esa amenaza sale todos los días y es el sol. Quienes buscan adquirir un agradable color tostado o bronceado ignoran que están provocándole un daño acumulativo a su piel. “Es que nos falta cultura”, comenta la dermatóloga Sonia Sempértegui.

CUANDO LA PIEL SE ENOJA
El enrojecimiento es la estrategia que utiliza la piel para decir ‘no me hagan esto’. Cuando se expone demasiado al sol, las células que tienen un pigmento llamado melanina comienzan a agruparse. Este escudo de color tiene como objetivo defender el núcleo de las células. “Los melanocitos se agarran para proteger a las otras células”, explica. Este daño es mayor entre las 11:00 y las 15:00, puesto que los rayos del sol llegan verticalmente. Es el momento en que la radiación ultravioleta hace más daño.


Una palabra en la que Sempértegui insiste es ‘acumulativo’. El daño se queda ahí. En la siguiente sesión de bronceado, el daño de la anterior se sumará a la nueva. Cuando a la actriz Brooke Shields le extirparon un lunar canceroso del rostro, recordó que cuando era adolescente, constantemente tomaba sol. Usaba pantallas de aluminio, algunos aceites y limón. Ahora insiste en que sus hijos usen un protector solar.


Los bloqueadores suelen ser incoloros, pero los nuevos incluyen color para mejorar la protección. Así se disminuye la posibilidad de que los lunares se conviertan en una amenaza.



Gigantes. La presencia de vello no siempre indica peligro. Lo aconsejable es consultar con el especialista



ABECEDARIO CUTÁNEO
El dermatólogo Juan Manuel Zamora toma un papelito y escribe cuatro letras: A, B, C, D. Esas cuatro letras son importantes para analizar un lunar (ver infografía). Son las iniciales de cuatro palabras que los profesionales toman en cuenta durante la observación.


Asimetría. Si al observarlo con un macroscopio o lupa se ve que las dos mitades del lunar son distintas, se profundiza la observación con los bordes (que corresponde a la letra B). Si son redondos y simétricos, no hay motivo de alarma, pero si hay irregularidades, hay que seguir sospechando.


C: color; si es homogéneo, se trata de un lunar benigno, pero si tiene varios matices, puede ser un melanoma. El diámetro (D) superior a seis milímetros es una señal de atención.


El dermatólogo Renato Amonzabel elige también la letra E, que recuerda a la evolución de los lunares. Si aparecen cambios de tamaño o sangrado, hay que realizar un estudio histopatológico.

El primer paso es una biopsia, que consiste en tomar un pequeño pedazo del lunar, que se envía a un laboratorio donde se determinará qué tipo de células están creciendo. Lidia Quinteros, presidenta de la Sociedad Cruceña de Dermatología, advierte que antes de extirpar cualquier nevo, debe realizarse un estudio de este tipo. Está contraindicada la costumbre de ‘dañinear’ los nevos hasta que se ablanden y terminen siendo arrancados.

“Hay gente que los quema y después de un tiempo, empiezan a degenerar las células y se convierte en cáncer de piel. Mejor que lo vea un profesional y luego que aconseje o no la extirpación”, recomienda.


Los melanomas tienen diferentes grados de evolución. Cuando se los descubre en un primer grado y se extirpa el lunar, no hay ningún problema. Si la evolución ha llegado a un tercer o cuarto grado, se supone que ya hay metástasis o migración de las células cancerígenas a otros órganos.

Quinteros explica que según el lugar donde esté ubicado el lunar y los órganos que invadan las células, el médico se decidiriá por una quimio o una radioterapia.


Quinteros y Zamora coinciden en que los lunares que están en sitios del cuerpo expuestos a traumas deben ser retirados. Es el caso de los que son constantemente rozados por el cinturón, por el peine, por los rasurados (en la cara) o por el corpiño. El motivo es sencillo. Ese roce constante puede ocasionar una irritación que favorezca la degeneración de las células.


Los adultos mayores son propensos a sufrir estas degeneraciones. Otro grupo en riesgo son las personas de piel y ojos claros. Es frecuente ver a los menonitas con lesiones de este tipo. Su trabajo en el campo exige pasar mucho tiempo expuestos al sol, y pese a que se cubren con sombreros y usan mangas largas, las lesiones se presentan en el dorso de las manos y en las mejillas, que son alcanzadas por los rayos solares. Todos los dermatólogos insisten: ojo con las camas solares. Si no las usan, mejor.

Algunos tienen pelos y cubren el cuerpo
Entre los tipos de cáncer de piel, el melanoma es el más agresivo. Aunque puede aparecer repentinamente, generalmente lo hace a partir de los lunares. Sin un tratamiento adecuado, en cuatro o cinco años puede ocasionar la muerte.

Otro tipo de cáncer de piel es el llamado basocelular, que es el más frecuente en nuestro medio. Es menos agresivo que el melanoma, pero no hay que descuidarlo. Una de las causas que lo provoca es la radiación solar. El tipo de cáncer llamado espinocelular suele ubicarse cerca de la boca y en la oreja y suele también migrar a otros sitios del cuerpo.

Tanto el tipo espinocelular como el basocelular pueden ser curados si se detectan a tiempo. Los especialistas recomiendan una consulta dermatológica cada siete meses. Hay lunares que cubren grandes extensiones, como los llamados ‘en traje de baño’, que se extienden desde la cintura hasta las piernas. Algunos tienen vellos y no necesariamente son peligrosos. En todos los casos, lo aconsejable es consultar con el dermatólogo.


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