Hoy vemos a mujeres de todo tamaño, desde la voluptuosa y divina Adele a la petit y compactita Natalie Portman y la muscular Jessica Biel. Todas maravillosas y hermosas. Las mujeres hoy presumen todos los tamaños y apreciamos su belleza, sea cual fuera su forma. La cuestión es, ¿cómo ves tu propio cuerpo? Y, ¿estás contenta con él?
La mayoría de las mujeres somos las críticas más duras cuando se trata de nuestros cuerpos, en lugar de ser las fans número uno. Y es que, si preguntamos a cualquier mujer si quisiera cambiar algo de su cuerpo, la mayoría exclamaría “sí” sin pensarlo. Ya sean “brazos fofos”, “caderas gruesas”, “nalgas caídas” o “pechos muy pequeños”… la mujer siempre está inconforme con alguna parte de su cuerpo.
Pongamos el caso de Sofía y Mariana. Sofía tiene 26 años pero pasa horas examinando lo que va a ingerir y lee minuciosamente las etiquetas de los alimentos que compra. Su alimentación y control de peso se convirtieron en obsesión. Por su parte, Mariana, una atractiva mujer de 28 años no está contenta con su cuerpo y no se siente a gusto “dentro de su piel” y tiende a aislarse socialmente. No sólo se avergüenza de su cuerpo, pero cree que su vida es monótona y tediosa. Estos son claro ejemplos de cómo las mujeres nos relacionamos de manera negativa con nuestro cuerpo, a veces de manera obsesiva (buscando la eterna salud y belleza) y otras desde el complejo de inferioridad, cuando nos sentimos gordas o feas físicamente. Prácticamente, sufrimos una alteración de la percepción.
Adiós críticas
“Mucha gordura”. “Odio estos brazos”. “Qué no haría por cambiar mis caderas”. “Cuánto quisiera un abdomen plano”. Los comentarios más críticos y negativos vienen de nosotras mismas. En realidad, una encuesta realizada por la revista Glamour afirma que 97 por ciento de las mujeres tienen ese tipo de pensamientos con respecto a su cuerpo. Es decir, es más común escuchar a una mujer que no está contenta con su cuerpo, que una que está feliz con él. Si no son sus brazos, es su cadera, y si no, es la espalda o el dedo chueco del pie.
¿Estamos conscientes de cuán duras somos con nosotras mismas? No. Nuestras madres y abuelas antes ni pensaban “si estaba gorda”, si Juanita subió seis kilos o si sus caderas eran inmensas. Todas iban a la piscina sin complejos ni tapujos. ¿Hoy? Las cosas han cambiado… y bastante. Por un lado tenemos imposibles ideales culturales de belleza y existe una adoración a las celebridades. Pero hay algo más psíquico detrás de esta tendencia femenina.
“La neurociencia ha demostrado que el cerebro se forma en relación a los pensamientos. Si tienes constantes pensamientos negativos sobre tu cuerpo, creas una “ruta neural” que se hace cada vez más fuerte, haciendo que esos pensamientos sean habituales”, explica la psicóloga especializada en imagen corporal, Ann Kearney-Cooke, que condujo el estudio.
Este entrenamiento de nuestro cerebro comienza a una edad temprana. En un estudio realizado en niñas de tres a seis años, la mitad de ellas ya estaban preocupadas por “estar gordas”, y un tercio de ellas dijeron que querían cambiar algo de su cuerpo.
En nuestra vida somos bombardeadas con mensajes que implican que nuestro cuerpo “no está bien”—ya sea que lo veas en la TV, lo escuches de tu mamá o esté en el aire.
Si nuestros cerebros están virtualmente programados de esta manera, y las fuerzas externas culturales no están ayudando, ¿cómo podemos dejar de ser tan críticas con nuestro cuerpo?
Nuestro cuerpo no es el problema
En la encuesta mencionada se vio una tendencia: las mujeres que no están satisfechas con su carrera o relación tienden a reportar más pensamientos negativos sobre su cuerpo que las mujeres que están felices en otras áreas de su vida. Incluso, sentir emociones incómodas de cualquier tipo—estrés, soledad e incluso aburrimiento—nos llevan a criticar nuestro cuerpo.
“Si tenemos un día malo, desahogamos nuestras emociones negativas con nuestro cuerpo, en vez de dirigirlas a lo que nos está molestando, como nuestro jefe o mamá, por ejemplo”, explica Kearney Cooke.
De hecho, la infelicidad o insatisfacción, juegan un rol importante en cómo te sientes con tu cuerpo, más que tu cuerpo per se. En la encuesta, las mujeres delgadas eran igual de propensas a criticar sus cuerpos que las que tenían exceso de peso.
Digamos que estás en una reunión de trabajo y de repente piensas: “Dios mío, mis brazos son inmensos”. Pero si has tenido esos brazos todo el día, ¿por qué estás odiando tus brazos ahora? Quizá es porque sientes que tus ideas profesionales no son valoradas o porque no estas feliz con tu trabajo. En lugar de enfocarte en el problema real, estás descargando tus sentimientos en tu cuerpo. “Es un círculo vicioso. Todas las planchitas del mundo no te harán sentir mejor, porque, para comenzar, tus brazos no son el problema”, explica.
Calla esa chica mala interna
¿Cómo silencias esa voz interna, que está constantemente criticándote? Y es que es difícil dejar de ser duras y críticas con nuestro cuerpo y nosotros mismas. Pero no sabemos cómo silenciar esos pensamientos negativos. Y para ser francas, ese consejo trillado de “ama tu cuerpo” tampoco ayuda. “No se trata de alcanzar la imagen corporal perfecta, no es realista. Incluso la mujer con más confianza en su cuerpo tiene dudas, pero ella aprendió a combatir esos pensamientos negativos, en lugar de permitir que éstos la dominen”, afirma esta experta.
Secretos para amar tu cuerpo
1. Cambia tu cerebro. Ya sabes que los pensamientos negativos sobre tu cuerpo te programan a tener más pensamientos positivos, así que “crea caminos neurales que favorezcan los pensamientos positivos”, dice Kearney-Cooke. Ella sugiere que anotes las cosas que te hacen sentir bien con tu cuerpo. Esa lista ira creciendo y llenará tu mente de pensamientos positivos.
2. Tu trabajo. Los logros profesionales te hacen sentir mejor con tu cuerpo. “Al final, lo que queremos es ser valoradas”, dice la experta en imagen corporal Jessica Weiner, autora de Life Doesn’t Begin 5 Pounds From Now. “Cuando recibes valoración en el trabajo—o en cualquier área de tu vida—ya no buscas esa validación en el espejo. Además cuando estás ocupada en tu trabajo, no tienes el tiempo para obsesionar con tu cuerpo. Estas canalizando tu energía mental en otra parte, de manera mucho más positiva”.
3. Muévete. Las mujeres que hacen ejercicio reportan menos pensamientos negativos. Más allá de mejorar tu forma y salud, mejora tu mente y actitud. Un estudio reveló que una se siente mejor con su cuerpo si se ejercita, incluso si su cuerpo sigue igual. Incluso se podría decir que el ejercicio juega un rol más importante que la pérdida de peso en mejorar la imagen corporal. “Cuando salgo del gym o mis clases de Pilates, me siento increíble. Para mi es el estímulo más poderoso para sentirte bien con tu cuerpo”, dice Andrea, y las otras chicas encuestadas no podrían estar más de acuerdo.
4. No te obsesiones. Un estudio encontró que las mujeres jóvenes que obsesionan con dietas no pesan menos que las que comen lo que les dan la gana. Algunas mujeres ven una torta de chocolate y piensan “quisiera comérmela pero tiene demasiadas calorías. Solo comeré un pequeño pedacito”… y nunca se detienen. Una mujer con una relación saludable con la comida, come la torta o no, y listo. Al final, ambas consumen el mismo número de calorías. El mensaje: preocuparte sobre cada bocado no te lleva a ni un lado.
5. Tu diosa sexual interna. “Hacer el amor me hace sentir bien con mi cuerpo”, admiten muchas encuestadas. Hay muchas mujeres que no pueden relajarse y disfrutar el sexo porque sienten que su cuerpo no está “en la mejor forma”. Pero las mujeres que pueden sobrepasar esas inseguridades, encontrarán que esos miedos no son justificados. Te pone en contacto con tu cuerpo y aprecias la piel que habitas.
6. Aliméntate bien. “Cuando como sano me siento mejor con mi cuerpo, hasta siento que mi piel se ve mejor”, dice Alejandra. Los beneficios de los alimentos saludables van más allá de cualquier efecto que pueden tener sobre tu peso. Y es que hay un vínculo entre la comida y los sentimientos: las frutas, vegetales, granos enteros, grasas saludables y proteínas magras te ayudan a mantener estable el azúcar en sangre y balanceadas las hormonas importantes; factores que afectan tus emociones.
Asimismo, lo primero que notarás al comer sano es más energía. Además, las dietas ricas en estos alimentos están asociadas a menor incidencia de depresión: si tu actitud mejora, y te sientes mejor, tu imagen corporal y auto estima mejorará. Pero hagas lo que hagas, no te presiones ni obsesiones, aconseja Courtney Martin, experta en imagen corporal y autora de Perfect Girls, Starving Daughters. “Le damos demasiado significado y poder a la comida. Siempre digo a las mujeres: “Es una galleta. La comiste. Sigue adelante”. Eso me digo a mi misma cuando estoy a punto de obsesionarme con algo que comí”, dice Martin. ¿No nos pasa a todas?
7. No hables mal de otras. Es común escuchar a mujeres hablando mal de otras mujeres y sus cuerpos. Las revistas de la farándula dan palo a celebridades si subieron o bajaron de beso. Pero admitámoslo: es difícil mantenernos totalmente alejadas de esos chismes. Incluso, en la actualidad las mujeres sentimos mayor presión por tener el cuerpo perfecto. “Todas retocan fotos que ponen en el Facebook. Hay esta paranoia que todos te están mirando constantemente y que están juzgando cada centímetro de ti, así que te presionas por estar perfecta”, admite Rocío.
8. Charla de amigas. Admitámoslo, el cuerpo, el peso y las dietas son parte principal de las charlas entre amigas. Pero esta charla puede hacerte sentir ansiosa respecto a tu cuerpo; refuerza la idea que el peso es parte clave de la identidad de una mujer, más que tu sentido del humor, inteligencia o creatividad. Asimismo, chismear sobre la ganancia de peso de una amiga te hará sentir peor sobre tu propia forma y tamaño. “Si tus amigas critican a otras, es obvio que te preocupas que te critiquen a ti.
Eso nos hace sentir inseguras”, dice Alejandra. En una encuesta, 75 por ciento de las mujeres admiten ser competitivas con sus amigas sobre el peso; 40 por ciento dice que siente celos en vez de preocupación cuando una amiga adelgaza demasiado y 30 por ciento confiesa sentir una leve satisfacción cuando una amiga engorda unos kilos. Admítelo: todas hemos experimentado “schadenfreude” en algún momento.
9. Lo que otros dicen. Las personas que te rodean, tus familiares en especial, tienen un impacto poderoso sobre cómo te sientes con tu cuerpo y tamaño como adulta, ya sea para bien o para mal. Hay papás, mamás y hermanos que están haciéndote recuerdo que tienes un gramito de más, aunque tu te sientas bien con él. “Tus padres definen las bases de cómo te ves porque son nuestra primera influencia primaria”, explica Susan Albers, autora de 50 Ways to Soothe Yourself Without Food.
Y hay una razón biológica porque estos comentarios nos llegan, hieren y se quedan grabados: nuestro cerebro está programado para recordar experiencias negativas, más fácil que las positivas. Estudios demostraron que la amígdala, el centro de miedo del cerebro, potencia el crecimiento de nuevas neuronas en momentos traumantes haciendo que ese recuerdo sea difícil de olvidar.
Años después, ellos condicionan cómo te percibes, y así, creas el hábito de no sentirte bien con cuerpo, o contigo misma. La clave es rodearte de personas positivas y estar consciente de ello. Un estudio de la Ohio State University reveló que el factor clave para sentir “body love” no es el tamaño de tu cuerpo, pero tu círculo social, “si éste aprecia tu cuerpo o no”. “Y es que las mujeres que se sienten aceptadas aman su cuerpo”, dice Tracy Tylka, autora del estudio.
Una mujer real
Las mujeres de Playboy, desde Marylin Monroe a Kim Kardashian, han representado el prototipo de la mujer sexualmente deseable para su época. Sin embargo, a lo largo de las décadas, las conejitas perdieron redondeces y ganaron músculos, pero lo que se mantiene inmutable es la relación entre la cintura/cadera: en todas ellas oscila entre 0,68 y 0,71 centímetros. Es decir, todas presuman una cintura marcadamente más pequeña que sus caderas. Así lo demostró el profesor Devendra Singh, reputado psicólogo e investigador, y el primero en relacionar el valor de la ratio cintura/cadera con el atractivo femenino y en apuntar las poderosas razones evolutivas que podría haber detrás de las preferencias de ellos por mujeres de cintura pequeña y caderas poderosas. Desde su punto de vista, este rasgo es un indicador de fertilidad, de capacidad de gestar.
En las mujeres, las caderas, nalgas y muslos son almacenes de ácidos grasos poliinsaturados, y esos son transferidos durante el embarazo al feto en desarrollo, ya que son esenciales para la formación del cerebro fetal. De ahí que la preferencia de los hombres heterosexuales por mujeres curvilíneas esté orientada a favorecer una descendencia con mayores habilidades cognitivas.
Un reciente estudio, publicado en Live Science, sugiere que la visión de una mujer con curvas marcadas produce en varones heterosexuales el mismo efecto que el experimentado al consumir alcohol o drogas. Y este “gusto masculino”, es universal e invariable en el tiempo. Investigadores tomaron muestras literarias, de entre los siglos XVI y XVIII y se descubrió que las cinturas estrechas eran siempre descritas en términos elogiosos (incluso había muchas más menciones románticas a mujeres rollizas que a delgadas). Y, también, las bellezas femeninas de las obras épicas de la India Mahabharata y Ramayana, (de entre los siglos I y III), al igual que en la poesía palaciega china de la sexta dinastía, son retratadas con cinturas pequeñas. Y a los hombres que les gustan las mujeres las gustan con curvas, y esto vale para cameruneses, samoanos, británicos y bolivianos.
Carmen Posadas, autora del artículo Los hombres las prefieren gordas, decía: “Rindámonos de una vez a la evidencia: los hombres, todos, las prefieren redondas por no decir gordas. Sin embargo, tan mediatizados estamos por la tele y las revistas, que pensamos que los cánones de belleza son lo que vemos en las pasarelas: niñas andróginas”, concluyendo que “todo hombre lleva una gordita en su corazón”.
Entonces, la obsesión actual por estar delgadas es mucho más femenina que masculina. Es decir, hemos caído en la trampa del mundo de la moda, y por ello aspiramos a pesar lo mismo que un suspiro, pero que tiene bastante poco que ver con el gusto real de los hombres. Pero, ¿quién nos puso la trampa? La moda. Solo dale una ojeada a las mujeres más deseadas y sexys del mundo (realizada por hombres): Desde la voluptuosa Sofía Vergara y Kim Kardashian a Rihanna y la “va va voom” Scarlett Johansson. Todas ellas, nuevamente, con una razón cintura/cadera alrededor del 0,7 ideal.
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