Las personas que sufren tanorexia, es decir, la adicción al sol y a los rayos UVA, son cada vez más. Se trata de personas que buscan un bronceado perpetuo, incluso en invierno, poniendo en un serio peligro su propia salud.
El porqué. El presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), Julián Sánchez Conejo-Mir, en una publicación en la web saludalia.com, explica que este problema aparece porque, al ponerse al sol, el cerebro libera unas sustancias llamadas endorfinas o encefaquinas que hacen que la persona se sienta bien y que, cuando estas endorfinas descienden, sientan la necesidad imperiosa de volver al sol.
Síntomas. Los “adictos al sol” presentan síntomas como ansiedad por no perder el tono, competencia entre amigos y familiares por ver quién está más bronceado o distorsión de la realidad, ya que, según este dermatólogo, "se ven blancos". Suelen utilizar además las cabinas de rayos UVA, especialmente durante los meses no estivales, en las que "una sesión de 7 u 8 minutos equivale a un día entero de sol. Lo peor es que, quien se da rayos, suele ir varias veces por semana, lo que al final es mucha radiación", advierte Sánchez.
Consecuencias. Las consecuencias de esta práctica abusiva son el aumento de las arrugas y manchas, el envejecimiento de la piel, y las queratosis solares. Además, y lo que es más grave, los expertos alertan que es la culpable de que los casos de cáncer de piel aumenten cada año un diez por ciento. En dos o tres años de tanorexia, la piel envejece y a los cuatro o cinco, puede aparecer el cáncer de piel.
Sin frenos. Según ha explicado el presidente de la AEDV, "el cáncer de piel es el único tumor al que no se está consiguiendo frenar, de hecho muchos lo consideran ya la epidemia del siglo XXI, ya que la tendencia prevé que los casos se tripliquen hasta el 2020". Y ello, a pesar de que se trata de una enfermedad que se cura en un cien por cien de los casos si se detecta en estadios tempranos.
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