Investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard (Estados Unidos), demuestran en un estudio que se puede reducir esa tendencia, casi a la mitad, con una actividad física al alcance de todas las edades y de todos los bolsillos: una hora de paseo diaria. También se comprobó que permanecer sentado viendo la televisión empeoraba en la misma proporción esa tendencia genética a ser obeso. La conclusión parece simple en un primer vistazo, pero es la primera vez que se observa cómo se puede modular la predisposición genética a la obesidad y el efecto negativo de un comportamiento tan sedentario como ver la televisión.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores siguieron a 7.740 mujeres y 4.564 hombres. Tomaron información de su actividad física y de las horas que pasaban frente a la pantalla. Para calcular su tendencia genética a engordar los investigadores analizaron 32 variantes genéticas conocidas.
Como era previsible, cuanto mayor era la actividad física, más se conseguía burlar el efecto de los genes. Y, por el contrario, la situación empeoraba en aquéllos que pasaban una media hora de 40 horas a la semana, viendo la televisión.
Hoy, los análisis genéticos que permiten conocer nuestra predisposición a la obesidad, no están al alcance de todos. Aunque bastaría con mirar a los familiares más cercanos para saber cuál es nuestro riesgo
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