En el trabajo, que publica la revista "Cell", participaron la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, y Manuel Serrano, investigador de dicho centro; el investigador de la Universidad de Oviedo Carlos López-Otín; Linda Partridge, del Instituto Max Planck para la Biología del Envejecimiento (Alemania), y Guido Kroemer, de la Universidad París Descartes (Francia).
Todos ellos coinciden en que entendiendo y combatiendo el envejecimiento se lucha también contra el cáncer y las demás enfermedades de mayor incidencia en el mundo desarrollado, ya que éste resulta de la acumulación de daño en el ADN a lo largo de la vida, y ese proceso es lo que origina el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y las neurodegenerativas, como el Alzheimer.
Se trata de una revisión exhaustiva en la que ya no se muestran teorías sino evidencias científicas. El estudio separa el grano de la paja y acaba con mitos como el de que los antioxidantes puedan ser una terapia rejuvenecedora o los resultados contradictorios de la restricción calórica para alargar la vida. También muestra el camino para poner en marcha nuevas terapias que retrasen el envejecimiento de tejidos y órganos y señala dónde se puede conseguir mejores resultados.
Nueve claves
Los nueve mecanismos sobre los que se puede actuar son:
1. Daños en el ADN. Los defectos que acumulan los genes a lo largo del tiempo, por causas internas y externas, son uno de los causantes primarios del envejecimiento y también de la aparición de tumores, salvo en los de carácter familiar. El envejecimiento resulta de la acumulación de daño en el ADN a lo largo de la vida y ese proceso es también lo que origina el cáncer, la diabetes, las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y los problemas cardiovasculares. "El cáncer y el envejecimiento pueden compartir un origen común, son dos manifestaciones diferentes del mismo proceso", asegura María Blasco.
2. Acortamiento de los telómeros. Aquí, el tamaño importa y mucho. Cuanto más cortos sean los capuchones que protegen los extremos de los cromosomas, más riesgo se tiene de padecer un cáncer y de sufrir los efectos del envejecimiento. ¿Qué podemos hacer para favorecer su longitud? Las recetas son conocidas, aunque poco practicadas, explican Blasco y Manuel Serrano: "No fumar, no beber alcohol, tener una dieta rica y equilibrada, hacer ejercicio moderado y mantener una vida social y emocional satisfactoria. Todos estos hábitos de vida se han descrito como efectos correctores de algunas de las marcas primarias, como es el acortamiento de los telómeros".
3. El efecto del entorno en nuestro genoma. El ADN no es inmutable y sufre los efectos de los hábitos de vida y exposición al ambiente, desde los efectos en la radiación solar y el tabaco a los daños por una mala alimentación. También es considerada una marca primaria del envejecimiento.
4. Problemas para eliminar proteínas defectuosas. El término técnico es pérdida de proteostasis. Se produce cuando el órganismo pierde la capacidad para eliminar proteínas defectuosas. Al acumularse causan patologías, como el alzhéimer por ejemplo. En esta enfermedad, las neuronas mueren porque se forman placas de una proteína que debía haberse eliminado.
También es una marca "primaria" sobre las que se tendrían más efectos los tratamientos antienvejecimiento. "Pero, seguramente será obligatorio actuar de una forma más global, esperando que intervenciones sobre una sola de las nueve alteraciones tengan impacto positivo sobre las otras", señala Carlos López-Otín.
5. Senescencia celular. El estudio muestran respuestas del organismo que pese a ser positivos e intentar corregir los daños en el organismo pueden volverse en su contra. Éste es el caso de la senescencia celular. Cuando las células acumulan muchos defectos, dejan de dividirse. Este mecanismo previene el cáncer, pero si es excesivo produce envejecimiento.
6. El difícil equilibrio de los nutrientes y los antioxidantes. Comer poco es, por el momento la única intervención que extiende la longevidad en modelos animales. "En primates los datos son menos claros respecto a la extensión de la longevidad por restricción calórica pero son unívocos en cuanto a una cierta protección frente al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y cáncer. Los estudios en humanos están actualmente en marcha y todavía falta tiempo para que se conozcan los resultados", dijo López-Otín. La restricción calórica funciona, pero en su justa medida. La malnutrición crónica puede tener efectos dramáticos. En el equilibrio está la virtud. No se trata tanto de calorías como de nutrientes más adecuados.
7. Antioxidantes, ¿un mito? Como la restricción calórica, en su justa medida, según Otín. "Es cierto que se demostró que los radicales libres desencadenan funciones protectoras en el organismo por lo que su anulación indiscriminada e inadecuada mediante antioxidantes puede tener efectos colaterales desagradables. Eso no impide que dosis adecuadas y en los momentos apropiados de productos antioxidantes muy bien contrastados científicamente puedan tener algún beneficio".
8. Disfunción mitocondrial e inflamación crónica. El mal funcionamiento de las baterías de las células (disfunción mitocondrial) está relacionado con enfermedades como el alzhéimer. Los errores en la comunicación intercelular también desembocan en inflamación crónica, vinculado al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares. Hallar un tratamiento que corrija las alteraciones metabólicas y las disfunciones mitocondriales se ve hoy como uno de los objetivos más alcanzables en un futuro cercano.
9. Agotamiento de células madre en los tejidos. Sin células madre con capacidad regeneradora, los tejidos y órganos humanos envejececen. De ahí el valor de las células madre y su potencial uso en terapias reparadoras.
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