viernes, 13 de mayo de 2011

Soy ADICTA a las cirugías plásticas

"Mi mamá cree que todo empezó con mi primer tinte de cabello, pero la verdad es que le perdí el miedo a las operaciones la segunda vez que me arreglaron la nariz. Mi nombre es Belén (ficticio), tengo 37 años, soy una abogada paceña, morena, mido 1,64 m y me siento atractiva, muy cómoda con las operaciones que me he hecho. En total, son siete los procesos estéticos por los que he pasado.

Prefiero decir procesos y no operaciones, porque el bótox no cuenta como operación. Tampoco diría que soy adicta, pero sí sé que tantas operaciones no resultan normales, al menos no en esta sociedad, pues me juzgan sin conocerme. Me molesta mucho y quiero contar mi versión.

Cambio de nariz
Desde que estaba en el colegio me molestaban por mi nariz, sobre todo mis dos hermanas mayores, que me decían: “Lorita, tráeme esto” o “Lorita, anda allá”. Mi mamá las festejaba. No sé por qué me molestaban tanto, porque sus narices eran tanto o más feas... creo que era porque yo me enojaba, les daba el gusto...

Iba a cumplir 15 años y había ahorrado los últimos dos años, pero igual no me alcanzaba la plata para la rinoplastia. Le pedí esa vez a mi mamá que para mi cumple me regalara la operación. Le rogué harto y al final aceptó, incluso no me dejó gastar mi plata. Cuando salí de la operación estaba muy adolorida y juré no volver a un quirófano. La sensación fue peor cuando vi que mi nariz quedó chata y mi cara hinchadísima. Pasaron cuatro meses y seguía con un parche en la nariz. Al final la nariz quedó bien, sin la montura, pero un poco como de chanchito. A los 17 años, ya con plata mía y la ayuda de una tía, volví a repetir la operación. Mi nariz quedó mucho mejor.

La rubia del curso
Mi mamá siempre dice que debería estar contenta con lo que Dios me ha dado. Yo lo estoy. Lo que pasa es que en el colegio, en esas épocas no se acostumbraba que una se tiñese muy joven. Yo fui la primera rubia en mi curso. Los chicos se hacían la burla en mi cara, pero a mí me gustaba. A los pocos meses, ya nadie se acordaba de mi cabello negro.

Con los años empecé a usar lentes de contacto. Ese tiempo eran carísimos y duros... yo me aguantaba. Ahora los uso siempre. Morena con ojos claros.

Desde mis 17 pasaron muchos años antes de otra operación. Empecé a engordar a pesar de las dietas y el gimnasio... mi figura era nomás de salteña. No era cosa de voluntad, sino de predisposición natural. Entonces escuché de la lipoaspiración. Hace 10 años, se hacía la operación para quitarte máximo 10 kilos. Los aparatos revolvían la grasa, que salía por mangueras.

Me hicieron la operación con anestesia local y yo sentí todo... fue horrible. Tuve que andar fajada varios meses. Quedé muy adolorida, pero vale la pena: por primera vez en mi vida tuve cintura.

A los años me tuve que hacer una más, mucho menos traumática. En la oficina se acostumbraron a que les diga que estuve muy enferma.

Tras la proporción
Con la cintura afinada, mi trasero se veía plano, no se lucía mi figura. La gluteoplastia es menos dolorosa y la cicatriz casi no se nota. Los resultados, en cambio, son llamativos (se ríe). El paso siguiente es lógico. Cuando te haces el trasero, debes compensar por delante. Ahora estoy más proporcionada.

Volví al cirujano plástico por tercera vez porque sentía que mi nariz estaba chueca. Él me revisó y no había problema. Pero en la proyección computarizada vi que podía afinar más mi cara, redonda, con pómulos salientes y mentón afilado.

Ahora me preparo para una lipoaspiración láser, más segura y rápida, sólo debo internarme un día y al otro estoy fuera. El bótox es como ir a la farmacia por una inyección.

Mi mamá está preocupada, pero creo que es cosa de prejuicios. Yo no juzgo a la gente. Cada quien ve cómo se siente mejor. Y yo me siento bien. Sé que encontraré un hombre que sabrá ver mi belleza interior más que mi exterior. Todo lo que hice y sufrí fue por mí, por nadie más.

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